María es, ciertamente, una mujer excepcional, pero no hemos de olvidar que fue una criatura de carne y hueso como nosotros. María fue una mujer peregrina con interrogantes como nosotros. Tuvo que buscar porque no se le dieron las cosas hechas. María caminó por la vida buscando las huellas de Dios en medio de densas oscuridades. Peregrinó, con todo lo que lleva de imprevistos, vicisitudes…
¡Qué claramente lo expresa nuestro Papa Francisco en la reciente Exhortación sobre la confianza, en Teresita de Jesús! Teresita vive la caridad en la pequeñez, en las cosas más
simples de la existencia cotidiana, y lo hace en compañía de la Virgen María, aprendiendo de ella que amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo. De hecho, mientras los predicadores de su tiempo hablaban a menudo de la grandeza de María de manera triunfalista, como alejada de nosotros, Teresita muestra, a partir del Evangelio, que María es la mas grande del Reino de los cielos porque es la más pequeña, la más cercana a Jesús en su humillación. Ella ve que los Evangelios nos muestras una vida humilde y pobre, que transcurre en la simplicidad de la fe.
Jesús mismo quiere que María sea el ejemplo del alma que lo busca con una fe despojada. María fue la primera en vivir el camino en pura fe y humildad.
Hoy, María, en el día de su Inmaculada Concepción nos invita a proseguir su camino de fe, puestos los ojos en
Jesús y de su mano de Madre.