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Concepcionistas Franciscanas de Burgos

 

En medio de las condiciones complicadas por la pandemia que nos visita, el Belén aparece ante nuestros ojos y nuestra memoria en toda su esencialidad humana. María y José encuentran una cueva utilizada como establo y allí pasan su última noche de espera. Jesús nace en la absoluta pobreza.

Aunque nos presentan un nacimiento glorioso en lo humano, rodeado de ángeles y estrellas… sin embargo, cuánto temor e inquietud. La Navidad nos pone frente a los valores eternos que lleva este Niño encarnado para una humanidad hambrienta, dolorida, enferma. Una humanidad que en la pandemia se siente más frágil, pero que necesita esperanza, una esperanza que nace en lo más profundo de nuestro ser humano y siendo imagen y semejanza del Dios que es Amor.

La Covid 19 nos obliga a encerrarnos, mientras el Niño Jesús nos invita a abrirnos para dar nuestra existencia, nuestra oración por los demás. Es una luz que se combina con el amor. La Navidad también nos ayuda a vivir la precariedad, las limitaciones y la enfermedad, y nos ayuda a empezar de nuevo cada mañana con fe y esperanza.

En un año en que se ha disparado la pobreza y a la par la generosidad de otros, donde ha habido despedidas dolorosas de los seres más queridos, pero también silencios y miradas que han abrazado, tiene pleno sentido, desearnos esa vida que se construye cada día a día, a veces con lágrimas y cansancios, pero también con sonrisas, sueños y esperanzas.

La vida es camino y meta, un viaje en el mar de la historia, a veces entre borrascas que pueden tener el nombre de coronavirus o de otras pandemias con las que convivimos a diario y que tanto daño hacen. Un viaje donde las verdaderas estrellas que nos guían son personas que irradian luz y esperanza, hasta llegar al que es la luz total, día del día: Jesucristo. Que puso su tienda entre nosotros en aquella noche de Navidad.

¡FELIZ NAVIDAD DEL AMOR Y LA ESPERANZA!

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