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Concepcionistas Franciscanas de Burgos

8 de diciembre

Estamos en fiesta – Es el dia de la Madre Inmaculada

     La solemnidad litúrgica de la Inmaculada Concepción de María es también la fiesta de la esperanza. En el privilegio y misterio inmaculista, María, orgullo de nuestra raza, se nos muestra no sólo su esplendor y el don de Dios a Ella, sino el anuncio y la prenda de que también todos nosotros, hijos de Dios e hijos de María, estamos también llamados a la santidad, siempre reflejo del esplendor de Dios. Y esta es la gran esperanza que nos salva: Dios está de nuestra parte, como lo estuvo de parte de María.
     Asomarnos a la vida de María, a su Inmaculada Concepción, hacer memoria agradecida de su existencia humana es un canto a la esperanza. Ella es la estrella de nuestro caminar, la Madre de la Esperanza porque fue humilde esclava del Señor, porque vivió en el contacto íntimo y permanente con la Palabra de Dios, porque se fió de Dios, porque se dejó hacer, porque dijo <sí> y en sus entrañas purísimas se encarnó el Dios de la Vida y de la Esperanza.
     María es la estrella de la esperanza porque cuando comenzó la vida pública de Jesús ella supo quedarse a un lado, en la sombra, en silencio, en espera de que se cumplieran las Escrituras y la promesa de Dios. María es la estrella de la esperanza porque supo indicar en Caná de Galilea que es preciso hacer lo que Él nos diga. María es la estrella de la esperanza, es la Madre de la Esperanza, porque el Viernes Santo en el Calvario esperó contra toda esperanza ante el cuerpo destrozado, muerto e inerte de su Hijo y creyó y esperó la alegría inenarrable del Domingo de Resurrección y su eco y definitivo impulso misionero en Pentecostés cuando el Espíritu Santo renovó definitivamente, en realidad la faz de la tierra.
     Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, Inmaculada,
enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia el Reino.
Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino.
     Virgen Inmaculada, muéstranos la belleza de la gracia, el esplendor de la santidad. Ayúdanos a combatir el pecado y a buscar el perdón.
Tu Hijo es la Gracia, el Esplendor de la santidad, Quien quita el pecado del mundo y Quien, con su sangre derramada en la cruz, nos abraza en el perdón, en la reconciliación y en la paz.
 
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