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Concepcionistas Franciscanas de Burgos

Pedro, que entró con Juan en el sepulcro vacío, vio “las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte” (Jn 20,6-7).

“Los judíos lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos” (Ac 10,39-42). Pedro, los Apóstoles y los discípulos comprendieron perfectamente que les tocaba a ellos la tarea de ser esencialmente y sobre todo los “testigos” de la resurrección de Cristo, porque de este acontecimiento único y sorprendente dependería la fe en Él y la aceptación de su mensaje salvífico.

También nosotros-as como cristianos, como consagradas-os, en la época y en el lugar en que vivimos, debemos ser un testigo de Cristo resucitado: ver con los mismos ojos de Pedro y de los Apóstoles; estar convencidos de la resurrección gloriosa de Cristo crucificado y por ello creemos totalmente en Él, camino, verdad, vida y luz del mundo, y lo anunciamos con serenidad y valentía. El “testimonio pascual” se convierte, de este modo, en la característica específica del cristiano.

Nosotros-as, somos esos que han comido y vivido con él, que nos alimenta cada día con su Cuerpo y con su Sangre en la Eucaristía, y nos acompaña por los caminos de nuestra Galilea particular, que es nuestra vida de seguimiento; a unos en la vida cristiana a otros en la vida consagrada y entregadas en la contemplación del Dios-Amor. Por eso hoy nos llenamos de gozo proclamando el triunfo de Jesús sobre la muerte y el pecado.

¡Toda la vida del cristiano debe ser Pascua! ¡Llevad a vuestras familias, a vuestro trabajo, a vuestros intereses, llevad al mundo de la escuela, de la profesión y del tiempo libre, así como al sufrimiento, la serenidad y la paz, la alegría y la confianza que nacen de la certeza de la resurrección de Cristo! ¡Que María Santísima os acompañe y os conforte en este “testimonio pascual” vuestro! “

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